Antes de empezar a leer, quiero informaros de que esto no es más que el producto de mi imaginación y de una cantidad ingente de horas de aburrimiento.
Es una historia de ficción creada por mí en la que intervienen distintos personajes de la saga de Harry Potter, así como algunos inventados por mí y algunos personajes reales.
Lo escribo con el objetivo de pasar un buen rato (y hacéroslo pasar también a vosotros), y con la intención de mantener todo el mundo Potter vivo.

sábado, 16 de julio de 2011

Capítulo Uno.

Se estaba haciendo de día en un pequeño pueblo del norte de Noruega cuando Rock abrió los ojos. Se había quedado dormido leyendo Harry Potter y las Reliquias de la Muerte por enésima vez.

Decidió avisar a Dobby, el hombre que vivía con él y que hacía las veces de mayordomo, ayuda de cámara e incluso ama de llaves, para que le trajera algo de desayuno.

–¡DOBBY! –chilló–. ¡Tráeme una taza de café y unas pastitas!

Al poco rato apareció su mayordomo con una bandeja en la mano. Parecía un tanto molesto.

–Señor, con todos mis respetos –dijo–. No quiero parecer impertinente ni desagradecido, pero creo que me veo obligado a repetirle que no me llamo Dobby, sino Ambrosio.

–Tonterías, Dobby. Ahora deja el desayuno y vete, necesito seguir leyendo. Hay algo sobre Snape que no acaba de cuadrarme.

–Señor, ha leído usted ese libro treinta veces ya.

–No son suficientes. Insisto, Dobby, retírate. Si alguien pregunta por mí, no estoy.

Ambrosio, resignado, asintió con la cabeza, y se marchó de la habitación. Llevaba un tiempo trabajando para su señor y aún no se había acabado de acostumbrar a sus excentricidades, comenzando por aquella pasión desmedida por el mundo de Harry Potter que rozaba el trastorno obsesivo-compulsivo.

Aunque es cierto también que no podía abandonar a Rock, pues le había proporcionado trabajo y un hogar cuando él más lo necesitaba. Ambrosio había huido de España, su país natal, temiendo que comenzara una nueva guerra civil si la selección nacional de fútbol no ganaba la final del mundial. A mediados de julio de 2010, Ambrosio se encontraba en un país extraño, cuyo idioma desconocía, sin dinero y sin haber celebrado en condiciones la victoria de su país. Sólo Rock se había preocupado por él.

Mientras Rock se encerraba en su habitación a leer, Ambrosio ocupaba mucho tiempo en preocuparse por su señor. Sabía que tenía que hacer algo por ayudarle a superar su trastorno, porque aunque él se empeñara en decir que todo el mundo de Harry Potter era real, lo cierto es que no era así.

Y de repente, a Ambrosio se le ocurrió una idea. Una idea que era demasiado genial. Por un momento se sintió estúpido, al no poder comprender por qué no se le había ocurrido antes. Sólo había una persona en el mundo capaz de ayudar a Rock a ver la realidad.

Aquel mismo día por la tarde, Rock volvió a requerir los servicios de Ambrosio. Estaba muy frustrado porque las fotos del ejemplar de El Profeta que estaba leyendo no se movían, y se negaba a creer que estaba leyendo un periódico muggle. En realidad, Ambrosio había tenido que pagar directamente al director del periódico para que en cada edición realizaran una edición titulada ‘El Profeta’ en vez de su título normal, aunque el contenido fuera exactamente el mismo.

–Señor… estaba pensando –comenzó Ambrosio–, en que puedo ayudarle a superar su obsesión por Harry Potter. Verá, he contactado con una persona…

–Dobby, no necesito ir a ningún psiquiatra –contestó Rock enérgicamente, aunque no estaba enfadado–. No tengo ninguna obsesión. Harry Potter es real y punto. Y francamente, no creo que haya ninguna persona en el mundo, salvo tú, que piense lo contrario. Y tú lo piensas porque eres un inculto y un ignorante, pero ya estoy yo aquí para ocuparme de ti.

-No, señor, no es ningún psiquiatra. Es… ella.

Ambrosio abrió la puerta y en el recibidor apareció una mujer rubia a la que Rock reconoció al instante. Abrió la boca y empezó a mostrar síntomas de no poder volverla a cerrar. Se quedó paralizado durante unos segundos y acto seguido se levantó del sofá y se tiró a los pies de la mujer.

–¡NO SOY DIGNO, NO SOY DIGNO! ¡SEÑORA ROWLING, NO SOY DIGNO DE SU VISITA! –sollozó mientras abrazaba un tobillo de la mujer.

–Tranquilo, tranquilo –dijo ella–. Dobby me ha dicho que tenías un problema y que sólo yo podía ayudarte.

–Pero a mí no me pasa nada –protestó Rock.

–Señora, que me llamo Ambrosio –intervino el mayordomo.

–Déjate de tonterías, Dobby –respondió ella–. Ahora déjanos, tengo que hablar a solas con este muchacho.

Ambrosio se retiró farfullando y dejó a solas a Rock con la mujer a la que éste tanto adoraba.

–Bueno, Rock, Dobby me ha comentado que crees que todo lo que cuento en mis libros es real –empezó ella.

–No lo creo, es que es verdad.

–Tengo algo que decirte, Rock, y es muy importante. Quiero que sepas que tienes razón.

–¿¡QUÉ!? –La boca de Rock volvió a abrirse tal y como había hecho cuando la señora Rowling había entrado en la casa.

–Sí, es cierto. He decidido contártelo a ti porque eres el mayor fan de Harry Potter que conozco, y creo que mereces saberlo.

Rock fue escuchando atentamente cómo los ‘personajes’ habían acudido a la señora Rowling porque pensaban que ella era la persona más adecuada para que los muggles se enteraran de todo lo que había pasado.

–Sólo hay una pequeña diferencia respecto al libro –dijo ella–. Los muggles necesitan creer que hay un final feliz. Lo cierto es que no es así.

–Entonces, ¿Harry no acabó con Voldemort?

–No. Pero escribí ese final porque Harry no hacía más que tocarse las narices y a mí me exigían que acabara la saga. ¿Recuerdas toda la gente que muere en el último libro? No ocurrió así. Todo el mundo sigue vivo. Pero no puedes decirle ni una palabra de esto a nadie, ¿me has entendido? A nadie.

Rock asintió con la cabeza mientras la señora Rowling se ponía su abrigo y abría la puerta de la casa.

–Una última cosa antes de que se vaya –dijo él–. ¿Es usted una muggle, una bruja o una squib?

–¿Tú qué crees? –respondió ella sonriendo. 

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